Este trabajo forma parte de la serie pictórica titulada Retratos Ecuestres, donde la imagen monocroma del caballo se superpone a un fondo de colores vivos y espontáneos. Pretende esta serie una visión diferente al tradicional enfoque de los retratos ecuestres realizados en toda la historia del arte. Retratos, donde la representación del caballo se realizaba con la intención de transferir los atributos propios del caballo, como la fuerza, la nobleza, el poder, la elegancia y la belleza, a la persona retratada, enfatizando así la personalidad de esta. En esta serie, el caballo se retrata despojado del jinete, recuperando de este modo sus atributos naturales.