La niebla es como el gran vacío donde todo cabe. Como «la nada» que lo engulle todo a su paso. Pero en algún lugar se asoma un árbol que nos da una referencia. Otro árbol se deja entrever un poco más atrás. Sin duda estamos en un campo. Habrá que esperar a que levante la niebla para seguir el camino. Pues, como alguien dijo, la niebla nos niega el derecho universal de ver el horizonte, de ver hacia donde vamos, el final del camino. Sin embargo, nos ofrece el momento idóneo para estar con nosotros mismos. Ese lugar donde las dudas se disipan y todo es real. Todo se ve claro ahora.
Esta pieza tiene una carga mística añadida. Donde el espectador no se queda impasible. Pues sin ver, da paso a la imaginación personal y se traslada a un paisaje interior, un paisaje pintado por él mismo.